La feria de San Telmo, un fenómeno inagotable

La feria de San Telmo, un fenómeno inagotable
Es reconocida internacionalmente y tiene secretos que pocos conocen



A la feria de San Telmo parece que le ocurre el mismo fenómeno que les pasa a las obras que son consideradas clásicas: nunca se agota. Por lo menos así lo demuestra la valoración que hizo la revista National Geographic Travel, en su última edición de 2008, al incluirla en segundo lugar, en su ranking de las ferias callejeras más importantes del mundo, "Top 10 Shopping Streets".

"Lo más interesante es que se encuentran cosas insospechadamente valiosas", dijo Eduardo Vázquez, titular del Museo de la Ciudad, ente encargado de la feria. Entre esas joyas , el objeto más preciado, que está en venta hace dos años, es un centro de mesa, pieza alemana de la fábrica WMF, valuado en 2500 dólares. Entre otras curiosidades, se encuentra un botón que cuesta 200 pesos, objetos de la familia de Felicita Guerrero o azulejos que adornaban casas coloniales, en 1860, al estilo del Paso de Calais, al norte de Francia.

En una recorrida por la feria de antigüedades, LA NACION se encontró con historias sorprendentes, como la de una mujer que tardó 18 años para tener un stand en la feria. El backstage del trabajo de lunes a domingo en busca de objetos que tengan más de 70 años de antigüedad y clientes, como Gino Bogani, son algunas de las perlas que se encontraron tras el telón.

Cualquiera pensaría que la feria de antigüedades es la que comienza en la plaza Dorrego y se prolonga en la calle Defensa. Pero la que se denomina San Telmo, comprende solamente los 257 puestos que están en la plaza Dorrego.

Como desde sus inicios, en 1970, se repartieron los espacios entre los primeros vendedores (con el plus de no tener un costo y ser titular vitalicio), por eso conseguir un puesto de venta de antigüedades es una cuestión de suerte. Por un stand, las personas son capaces de esperar cinco, seis, siete... y hasta 18 años.

"La feria tiene magia", como dice Susana Beatriz Murane. Se anotó 18 años seguidos para ganar el puesto en el que hoy ofrece, entre muchas curiosidades, un juego de copas que perteneció a la familia de Felicita Guerrero. Cuando LA NACION le preguntó cuál fue la razón más poderosa que la impulsaba a insistir, respondió: "Además de significar un rédito económico, al trabajar vas obteniendo otra cosa, una magia especial que es la historia que está detrás del objeto antiguo".

Los puestos pueden ser liberados por tres razones: la muerte del titular o permisionario; el abandono del puesto de venta, por decisión propia del titular, o por incumplimiento del reglamento.

Las obligaciones son muchas. Por ejemplo, los permisionarios, es decir los titulares, deben atender personalmente sus puestos de trabajo. No pueden ser reemplazados y los domingos sólo pueden ausentarse del stand dos horas, como máximo. Además, la ubicación de los puestos deben respetarse tal como fueron ganados en el sorteo. Para asegurar el cumplimiento, el Museo de la Ciudad delegó supervisores que se encargan de vigilar la feria cada domingo.

Una vez que se reúne un número considerable de puestos vacantes durante el año se realiza un sorteo. El año pasado, 779 inscriptos esperaban ganar uno de los trece puestos en concurso. Como dice el mismo director del Museo de la Ciudad: "¡Es como ganarse la lotería!".

No sólo es cuestión de azar

Según Víctor Rodríguez, titular del puesto 168, otra de las condiciones, además de la suerte, es la sabiduría: "No es un trabajo para cualquiera, tampoco para improvisados; este trabajo es el premio al saber, cuanto más sabés de antigüedades, más ganás".

Víctor visita remates y compraventas de lunes a sábados para abastecer su negocio con objetos que tengan más de 70 años de antigüedad, ya que es la regla por excelencia de la feria. "Si bien el día de venta es el domingo, en la semana visitás compraventas, o si muere alguien en una familia y quieren liquidar todo lo que tienen, por ahí te llaman", explicó Víctor. Las antigüedades que más busca en la semana son adornos, esculturas en bronce, candelabros, estatuas y piezas de servir en la mesa.

Teresa Gargiulo trabaja única y exclusivamente con botones. "Por mis manos pasaron botones maravillosos", recordó Teresa. Con orgullo, afirmó que sus "más asiduos visitantes en la feria" son los mejores modistos argentinos, entre ellos, Gino Bogani. "Me compran de todos lados y trato de tener opciones para todo nivel social", afirmó.

El valor de cada botón es otorgado casi a opinión personal. "Depende del material, del tamaño y según mi propio criterio", explicó.

En su stand, los botones más valiosos son aquellos que no se consiguen más. Por ejemplo, botones de capa de militar, de 1880, que están valorados por 200 pesos. También son valiosos los que se usaban, hace 100 años, en los uniformes de los empleados de la municipalidad, cuyo valor es de 150 pesos.

Al ser reconocida en el medio, a esta vendedora de botones exclusivos la llaman para ofrecerle mercadería antigua. "Sencillamente me llaman familias y personas para que vaya a comprarles. En el caso de los botones art déco, a una señora le quedaron en recuerdo del padre, que guardaba botones; al morir, me llamó para ofrecérmelos."

Diana Salinas Plaza

Por rubro

  • Feria de San Telmo
    Todos los domingos, de 10 a 17, en la plaza Dorrego.
  • Feria de antigüedades de vendedores amateurs
    El tercero y cuarto sábado de abril pueden exponer los vendedores que no fueron ganadores del sorteo de los puestos del domingo.
  • Feria del libro
    Se celebra una vez al año, el tercer sábado de marzo, de 10 a 17.
  • Feria de la ropa
    El tercer sábado de septiembre.
  • Feria de los metales y hierros
    El tercer sábado de junio.

  • LA NACION

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