Los microcréditos avanzan en Argentina, pero a paso lento

Americaeconomica.com

Año IX - Madrid, viernes 19 de octubre de 2007

Reportaje

Estos instrumentos financieros cobraron fuerza durante la crisis de 2001

Los microcréditos avanzan en Argentina, pero a paso lento

Universia Knowledge Wharton (Wharton University of Pennsylvania)

Para 2012 se estima que en Argentina los microcréditos sumarán 715 millones de pesos (casi 230 millones de dólares) y se destinarán a 540.000 personas de bajos recursos. Este crecimiento lento, pero efectivo, se hizo evidente durante la crisis económica y social de 2001. S
in embargo, en comparación con el resto de la región, el país está lejos de equiparar los montos y el desarrollo de esta actividad, que apunta a mejorar la calidad de vida de las personas de bajos recursos.
“En abril de 2001 María José inició su proyecto de elaborar pan en su casa. Hoy María José, su marido –antes desempleado- y su hija, llevan adelante la panadería que juntos construyeron”. Éste es uno de los ejemplos exitosos del ‘Proyecto Mujeres 2000', dirigido a mujeres o jefas de hogar, y representa a miles de historias emprendedoras que se hicieron realidad gracias al sistema de microcréditos, que tiene el objetivo de brindar préstamos financieros a personas y familias que están fuera del sistema bancario por su condición económica y social.
En Argentina los microcréditos comenzaron a tomar fuerza sobre todo durante la grave crisis económica de 2001, pero todavía es una actividad muy verde que dista mucho de los niveles de profesionalismo y difusión alcanzados en otros países de la región.
Según datos de la Fundación Andares -que se dedica a elaborar trabajos de investigación y apoyar iniciativas de microcréditos-, mientras en 2005 se otorgaron microcréditos por valor de 21 millones de pesos (unos siete millones de dólares) a 15.000 personas, a fines de 2006 en Argentina operaban 100 instituciones de microfinanzas que entregaron 40 millones de pesos (unos 13 millones de dólares) a 30.000 individuos.
“El desarrollo de los microcréditos en Argentina es aún muy incipiente si lo comparamos por ejemplo con Asia o con otros países de Latinoamérica”, opina Marta Bekerman, docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y presidenta de la Organización No Gubernamental (ONG) Avanzar, centrada en trabajar en sectores excluidos a través de la capacitación y los microcréditos. En realidad, explica, “Argentina y Brasil, que son los países más grandes de la región, son los que menos han avanzado en este sentido; mientras que en Bolivia ha crecido mucho a través del Banco Sol, y lo mismo ha sucedido en México o Colombia”.
Hasta el 2005, el Banco Sol de Bolivia contaba con una cartera activa de 60.000 clientes, y la asociación civil Crecer de ese mismo país ofrecía servicios financieros a 37.000 mujeres en más de 1.000 comunidades. En tanto, en Asia, el Banco Grameen de Bangladesh, creado por el premio Nóbel Muhammad Yunus -también llamado el “banquero de los pobres”-, cuenta con más de 1.092 sucursales en más de 40.000 aldeas rurales.
En experiencias mundiales tanto los bancos, las ONG como los propios Estados han sido los principales motores de los microcréditos. Pero en Argentina hasta ahora las ONG han sido las más desarrolladas. “El sistema avanza lentamente ya que no es una política pública sino que la realizan algunas organizaciones civiles con las dificultades para conseguir financiamiento y también las entidades bancarias con la dificultad de que éstas no llegan a las personas de la economía informal”, sostiene Beatriz Berasategui, coordinadora de la Fundación Sagrada Familia, cuyos fondos se destinan a refacción de hogares de gente de bajos recursos .
En cuanto al Estado, Bekerman entiende que no cree que sea “quien deba actuar frente a los microcréditos en forma directa ya que según lo que hemos estudiado no funcionan bien; salvo que formen equipos de gente muy capacitada. Pero en todo caso lo mejor sería que el Estado trabajara y fortaleciera a las ONG, para que sean más transparentes y eficientes. En cuanto a los bancos, creo que cumplen otro rol, que es el comercial, y siempre es un problema porque necesitan buscar su rentabilidad”.
Pero ¿quiénes son los que necesitan este tipo de ayuda económica? “En Argentina existe un segmento de la población que perdió el empleo y ha iniciado emprendimientos de distintos rubros”, explica el Lic. Robinzon Piñeros, asesor del proyecto FortaleSer, una iniciativa creada en 2006 en Vicente López, provincia de Buenos Aires, entre la Fundación PepsiCo y la Asociación Conciencia, para ayudar a las familias de la zona. Por otro lado, añade, “hay una gran cantidad de mujeres madres de familia o cabeza de hogar que desean cuidar a sus hijos mientras fabrican o venden algún tipo de producto. En los dos casos el emprendimiento es una forma de aporte a los ingresos de la economía familiar que se ha visto desafectada por el desempleo, la inflación y otros factores locales”.
C onciencia y la Fundación PepsiCo. De acuerdo a la Fundación Andares, hay más de 1.000 millones de personas en el mundo que sobreviven con un ingreso inferior a los seis pesos diarios (menos de dos dólares), de los cuales más de 150 millones de ellos viven en América latina. En Argentina, a pesar de la mejora coyuntural que trajo el fuerte crecimiento económico en los últimos cuatro años, aún uno de cada tres argentinos es considerado pobre.
En este contexto, han florecido cerca del centenar de instituciones dedicadas a los microcréditos. Entre ellas, el ‘Proyecto Mujeres 2000', que nació en una cátedra de la Universidad Católica Argentina (UCA) con el fin de tratar de adaptar la tarea del bengalí Muhammad Yunus a la realidad local. Hoy la iniciativa cuenta con el apoyo de la Organización No Gubernamental (ONG) Asociación Civil Dignidad y está dirigido a mujeres o jefas de hogar (asumen parcial o totalmente el sostén de sus hijos). “ Actualmente, contamos con un total de 185 beneficiarias activas, distribuidas en tres barrios de Gral. Pacheco, provincia de Buenos Aires”, señala Gastón Mascías, coordinador general de Mujeres 2000 . Se trata, dice, “de mujeres de entre 18 y 75 años, que desarrollan las más variadas tareas comerciales, productivas y de servicios: compra y venta de ropa, elaboración de tejidos, talleres de costura, elaboración de artesanías, lavaderos de autos, kioscos y almacenes, entre otras actividades”.
También la Fundación Sagrada Familia trabaja en el conurbano bonaerense, una de las zonas con más pobreza de Argentina. En este caso, los fondos se destinan a refacción de hogares. “En los últimos 10 años, 1.800 familias se han beneficiado con nuestros microcréditos de entre 500 y 1.000 pesos (entre 160 y 318 dólares), haciendo mejoras sanitarias, techos, divisoria de cuartos e incluso viviendas para familias que tienen terreno propio. En general son familias con trabajos formales e informales, multifamiliares con bajo nivel educativo y sin acceso al crédito formal”, detalla Beatriz Berasategui.
En el caso de Avanzar, ONG dirigida por Marta Bekerman, “estamos trabajando con créditos de entre 400 pesos y 2.000 pesos (130 y 635 dólares) en villas de Capital Federal donde hay muchas diferencias de ingresos con el resto de los ciudadanos, sobre todo en barrios del sur como Villa Soldati. Vemos que los principales cordones de pobreza son los que pueden acceder a la ayuda de las ONG. Sobre todo en el conurbano bonaerense (provincia de Buenos Aires) o en las villas de emergencia de la Capital Federal. Lo mismo pasa en provincias pobres como Formosa al norte del país, es decir, en todos los cordones de pobreza”.
Otra de las metodologías que se repite en el trabajo de las ONG consultadas es la exigencia a los beneficiarios de formar parte de un “grupo de responsabilidad” entre varias familias o mujeres del barrio, ya que en general no se piden avales o recibos de sueldo. “Se generan espacios de confianza entre grupos de emprendedores, ya que la metodología de los grupos solidarios reúne a varios de ellos, dando una garantía de sus compañeros para generar cadenas de solidaridad en caso de no poder pagar cuota o parte del microcrédito”, dice Piñeros, de FortaleSer. “Realizamos una primera entrega de 5.050 pesos (1.600 dólares) para 10 microemprendedores y hoy ya llevamos 25.950 pesos (8.265 dólares) para 42 microemprendimientos”, relata Johanna Rodríguez Silva, del equipo técnico de FortaleSer.
La forma de devolver los créditos -que suelen tener intereses de por lo menos el 20%-, es de forma semanal.
En cuanto a la morosidad, en el promedio de las ONG suele ser baja, de entre un 15% y un 25%. Pero es importante destacar que los microcréditos no se limitan a una función financiera, sino que se complementan fundamentalmente con acciones de capacitación, asesoría y seguimiento. “Permite a las familias mejorar sus condiciones habitacionales y, como consecuencia, su calidad de vida (identidad, salud, higiene, recreación, contención familiar, etc.). Les permite proyectarse, asociarse, tomar la responsabilidad de generar ingresos, compartir con otros sus sueños, sentirse apoyados y comprendidos por la organización”, dice Beatriz Berasategui.
La tendencia también indica que en su mayoría las mujeres son quienes más se animan a solicitar este tipo de préstamos. “Del total de microemprendedores beneficiados, el 80,5 % son mujeres”, reconoce Johanna Rodríguez Silva, de FortaleSer.
En ese sentido, para Marta Bekerman, de Avanzar, “las mujeres son las que más se acercan porque son más abiertas, pero también los hombres se animan más. En los sectores que estamos trabajando un 30% se dedica al rubro textil y otro 30% al gastronómico, pero hay diversidad de emprendimientos productivos. Ya apoyamos a 1.000 familias con montos de más de 2.200.000 de pesos (700.100 dólares)”.
Desafíos de cara al futuro. Si bien gracias a los microcréditos las familias bajo la línea de pobreza pueden cumplir sus sueños y progresar, todavía quedan muchos desafíos para que este sistema se fortalezca y llegue a más hogares.
“Los principales problemas están en la dificultad de lograr escala, lo cual dificulta la sustentabilidad de estos programas; la obtención de fondos para las ONG; la capacitación de los RRHH”, enumera Beatriz Berasategui. Por eso, para ella, “primero está el trabajo. Cuando las personas tienen trabajo asegurado, el microcrédito puede ser una ayuda valiosa, no la única, para seguir creciendo”.
Según Gastón Mascías, Coordinador General de Mujeres 2000, para llegar a más ciudadanos se plantea la necesidad de reducir el costo de los créditos, es decir, las tasas de interés: “El dilema es trasladar o no los costos al servicio. ¿De qué manera se los traslada? subiendo la tasa de interés, elevando los montos de los microcréditos (por consiguiente apuntar a un sector menos vulnerable, menos riesgoso y con mejor capacidad de repago). La otra opción es sostener el enfoque social y aprender a sobrellevar los costos operativos de estructura, sea a través de donaciones y patrocinios del sector privado como de subsidios del sector público”.
Justamente las ONG suelen financiarse con donaciones, patrocinios, inversiones empresarias, pero escasean los créditos del Estado o de entidades internacionales. “Desde Avanzar buscamos que organizaciones internacionales se enteren de nuestro trabajo y lleguen a nosotros”, dice Marta Bekerman.
Lo cierto es que los microcréditos no son el único instrumento viable para erradicar la pobreza: “Los microcréditos son un instrumento que ayuda a erradicar la pobreza, pero no es el único. En Argentina hace falta todo un desarrollo social de fondo, que incluya bienes públicos, educación y salud. La gente necesita, por ejemplo, buena infraestructura y vivienda digna para cubrir sus necesidades”, sostiene Marta Bekerman.
Además, todavía hay mucho espacio para expandir los microcréditos. “Se estima que en el país existe actualmente una demanda de 440.000 potenciales demandantes de microcrédito productivo en el Conurbano Bonaerense”, finaliza Mascías.

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